Hace algunas semanas escribí un artículo titulado: La Mala Política. El mismo contenía una reflexión que exponía nuestras preocupaciones sobre los vicios de la política tradicional que debían ser superados. He observado con estupor el macabro intento, con fines eminentemente electorales, de descomponer y destruir la imagen de mi compañero y candidato a Senador @OmarLFernandez. En nuestro país algunos actores políticos han querido conducir el debate político al extremo de la degeneración. A través de las redes y plataformas digitales han escogido el camino de la descalificación, el insulto, el vituperio y la detractación como forma de participación política. Algunos esconden sus caras detrás de bots, otros simulan la condición de periodistas y otros simulan, nuevamente, ser candidatos. De esos tres grupos los más reales, por contradictorio que parezca, son los bots.
Toda esa claque forma parte de una estructura diseñada para el acoso y derribo de oponentes, y forman parte de comisiones estratégicas creadas para hacer contracampaña y campaña sucia. Son organizados y sistemáticos en el ataque. El objetivo es revertir el avance inexpugnable de la oposición en la capital y así evitar el duro golpe de una derrota en la plaza política más simbólica del país. Su fin nada tiene que ver con una causa patriótica o con la construcción de una visión colectiva que nos permita avanzar como sociedad. Su acción no está sustentada en realidades, sino en mitos. Distorsionan la historia personal del contrincante y, superando a la mafia, utilizan a la familia como objeto de ataque. Para ellos nada es sagrado. Utilizan la desconfianza y desorientación propias de la post verdad para urdir planes horribles con el único fin de “elevar la tasa de rechazo del adversario”. Estos agitadores, se han hecho adictos a los linchamientos digitales, al uso de falsedades y a la distorsión de hechos e imágenes. Han moldeado su perfil político al rol de verdugos digitales cuyo único fin es decapitar moralmente al adversario. Muchos responden a un amo que sostiene su cadena, otros son mercenarios que cambian de piel conforme lo hagan los viento$.
Desde la campaña pasada, los sectores más oscuros del oficialismo le han dado rienda suelta a estos operadores. En aquella ocasión aprovecharon el sentimiento de irritación colectiva a partir de la suspensión de las elecciones. Ese ambiente hizo que mucha gente entendiera justificada esa forma de hacer política. Replicando el estilo de los Hutus en Rwanda, a todo adversario le llamaban rata, ladrón y en el mejor de los casos payaso.
Advertí a Omar de este “modus operandi” y de la actitud que asumirían con él estos personeros una vez asumiera la segunda candidatura más relevante políticamente del proceso electoral. Lo viví en carne viva con 35 años en 2020. Conmigo llegaron al límite de publicar un pasquín disfrazado de una carta sin firma de una inexistente ex novia para intentar aniquilarme moralmente y utilizar la imagen de mi hijo David para una difamación asquerosa. Pero aquella coyuntura y esta son muy distintas. El posicionamiento electoral de la oposición y su candidato en el DN los llevó desesperadamente a lanzar esta aberranción a 5 meses de las elecciones. Gracias a Dios el sentimiento de indignación colectiva pulverizó en el acto su intento. Nada me sorprende, advertí que esta sería la madre de las batallas electorales. Según la información que recibí esto es a penas la punta del iceberg. Vienen con mayores infamias. En el DN todo indica que la lucha será entre dos polos: el del resentimiento, la arrogancia y el odio; y el de la buena política, la humildad y el amor. Nosotros representamos este ultimo. Omar no esta sólo. Prepárense ¡Los venceremos!
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